domingo, 23 de octubre de 2011

Lecturas de Misa Domingo 30 de octubre



Tocan a:

Maria: Primera Lectura
Pepe:  Salmo responsorial
Teo John: Segunda Lectura

Pensar en un mini-comentario. Leer despacio. Hoy creo que lo han echo muy bien, pero hay que ir más despacio, dando las pausas oportunas y manejando bien la entonación.

PRIMERA LECTURA
Os apartasteis del camino y habéis hecho tropezar a muchos en la ley
Lectura de la profecía de Malaquias 1, 14-2, 2b. 8-10

Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones -dice el Señor de los ejércitos-.
Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes.
Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre -dice el Señor de los ejércitos-, os enviaré mi maldición.
Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví -dice el Señor de los ejércitos-.
Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos, y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley.
¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor?
¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?»Palabra de Dios,

Salmo
R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad. R.
Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre. R.
Espere Israel  el Señor ahora y por siempre. R.

SEGUNDA LECTURA
Deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios,
sino hasta nuestras propias personas
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 7b-9. 13
Hermanos:

Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos.
Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os hablais ganado nuestro amor.
Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios.
Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.

Palabra de Dios.

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